Alguien
vio volar al avión invisible... y lo abatió: era Ícaro
Por Luis Ignacio PARADA
EN la mitología griega, Ícaro
logró escapar del laberinto, en el que había sido encerrado
por el furioso Minos, mediante unas alas hechas de cera y plumas que
fijó sobre su espalda. Dédalo,
su padre, le había recomendado que no volara demasiado alto para
no despertar la ira de los dioses ni demasiado bajo para evitar la venganza
de los hombres. Su orgullo, sin embargo, le impulsó a la desobediencia:
embriagado del poder que le proporcionaban sus alas se acercó
tanto al Sol que la cera se fundió y el imprudente se precipitó
en el vacío. Un radar es un osciloscopio basado en la propiedad
de reflexión y refracción de las ondas electromagnéticas:
conociendo la velocidad a la que se propagan se puede saber la situación
de cualquier objeto en el espacio. La frecuencia de la onda emitida
es tan baja que puede atravesar brumas, nieblas y nubes sin confundir
masas metálicas con granizo o bandadas de pájaros. Para
ello se utiliza una onda ultracorta de radiodifusión semejante
a la que emiten los microondas domésticos y los teléfonos
móviles. Los aviones F-117A, orgullo de la tecnología
aeronáutica americana, absorben las señales de radar en
lugar de reflejarlas: la masa y el calor que generan los motores resultan
indetectables. Aun invisible a las pantallas del radar, uno de ellos
cayó abatido ayer:no pudo escapar del laberinto de la guerra.
A ver, Ícaro, explícanos otra vez eso de la venganza de
los hombres y la ira de los dioses.